MMMiiiiiiiiiii¡¡¡¡¡¡¡¡
Maese (!)
"(...) G. y E.
fueron perseguidos por alguien que poseía poderes superiores a los meramente
humanos y estos poderes, si bien pudieron influir sobre ellos físicamente, en
ningún momento lograron doblegarlos, ni desviarlos del camino que habían
iniciado y que se prolongaría por múltiples décadas. Más aun, podemos decir que
el testimonio de su vida ratifica su intuición más honda cual es la percepción
de la existencia de un intenso y sostenido combate metafísico en el seno de
nuestra historia, como una proyección a su vez del que acontece en lo interior
de nosotros.(...)"!!!!!!!!!
Sólo con prosodia, una
triple batería , he considerado JUSTO Y PERFECTO, expresar el CONTENTO y la
SATISFACCIÓN, de los obreros que asisten a la logia, hasta ahora , dispersa o
itinerante, del Maestro GHIO, en este 5to libro.
La función de Guénon y
Evola por Marcos Ghio
(Conferencia dictada el
pasado 11/08/04 en ocasión de celebrarse la Tercera Semana Guénoniana en la
ciudad de Buenos Aires).
Ambos autores, de quienes
hoy hablaremos, representan los exponentes principales del pensamiento
tradicional alternativo, también llamado tradicionalismo integral, en tanto
antitético de la modernidad, pues la niega no tan sólo en accidentes aislados o
en aspectos solitarios y parciales, sino en su esencia, en la totalidad de su
ser, no encontrando ante la misma ningún tipo de conciliación posible y siendo
su consecuencia práctica la realización de una acción que coadyuve hacia su
final irreversible. Frente a ello y ante la prolífica obra desarrollada por
Evola y Guénon, la que ha abarcado una pluralidad múltiple de aspectos
fundamentales relativos a un mismo problema, sea en una labor de crítica como
de afirmación de alternativas posibles, la actitud de la modernidad, su enemigo
declarado e irreconciliable, ha debido ser de abierta e incondicional hostilidad,
acudiendo a una serie de procedimientos concurrentes y disuasorios a fin de que
la misma no pudiese ser conocida suficientemente o en caso de hacerse imposible
evitarlo, tratar de que lo fuera de manera distorsionada. Digamos también que
todos estos procedimientos han sido efectuados y camuflados en el contexto de
una muy democrática competencia que ha actuado pregonando una pseudo libertad
de prensa que tan sólo difunde aquello que es concordante con el sistema
vigente, contando para ello con el potencial de una gran pluralidad de
instrumentos. En primer término, gracias al imponente poderío tecnológico
desarrollado hoy en día a través de los llamados medios masivos de
comunicación, el procedimiento ha sido el de silenciarlos, evitando primeramente
que, sea en las universidades, como en restantes ámbitos académicos y
científicos, los mismos pudiesen ser conocidos de manera correspondiente y sin
matices que trataran de anularlos o hacerlos inofensivos. Y esto aconteció ya
en vida de ambos; así pues Guénon pudo ver como su tesis doctoral sobre el
pensamiento hindú, texto hoy conocido como “Introducción general al estudio de
las doctrinas hindúes”, presentada en su momento en la Sorbona de París, fue
víctima de un contundente rechazo por no cumplir con “requisitos científicos de
conocimiento” acordes con los cánones propios de la ciencia oficial y moderna,
es decir, por no adaptarse a las modas vigentes impuestas totalitariamente por
la modernidad y su policía de pensamiento que nos indican aquello que resulta
conveniente pensar; lo mismo aconteció con Evola con su monumental tesis de más
de 400 páginas, Teoría y Fenomenología del Individuo absoluto, pasada
prácticamente inadvertida, a pesar y justamente por destruir y ridiculizar con
argumentos irrebatibles y demoledores a los principales popes del idealismo
italiano, en ese entonces la filosofía oficial del régimen. Tan sólo a la
muerte de ambos autores, gracias a la ímproba tarea emprendida por distintas
figuras encargadas de traducir sus obras y difundirlas, a pesar de tal boicot
de silencio capcioso e intencionado, lograron abrirse una serie de grietas en
el muro de contención y hoy en día, cuando los mismos ya comienzan a ser
conocidos en mayor o menor medida, y habiendo aumentado su popularidad en los
últimos años, en tanto que todo lo que han dicho y previsto ha sido corroborado
en abundancia con pruebas contundentes e inobjetables, la táctica siguiente ha
debido ser diferente. Por un lado había que tratar de hacerlos inofensivos,
silenciando sus cosas principales, es decir intentando incluirlos, a través de
una cierta tarea de adaptación, en la ciencia oficial y admitida, caso que ha
sucedido principalmente con G. debido a ciertas características de su obra y de
no haber adherido en vida a ningún bando político inconveniente. Por el otro,
justamente en función de silenciar tales aspectos conflictivos hacia la
modernidad vigente, es decir aquello que representa lo principal en la obra de
ambos, tratar de confrontarlos entre sí, poniendo un acento exagerado en
ciertas discrepancias que pudieron haber tenido en vida; tarea ésta de la cual
lamentablemente no han podido escapar algunos autores tradicionales,
especialmente guénonianos de estricta observancia, que se han encargado de
resaltar tales diferencias hasta límites insólitos, descartando sin más a Evola
al que se ha llegado incluso a calificar como anti-iniciático o luciférico,
pasando de este modo sin darse cuenta a hacer un mismo coro con el sistema.
Dichos autores, en su
sectarismo y cerrazón, tal como hemos demostrado en otra oportunidad (1), le
hacen el juego a la modernidad, la cual no es meramente una cosa que hay que
estudiar o investigar, sino una verdadera anomalía y enfermedad que hay que
combatir, a riesgo de que, en caso contrario, se termine colaborando con su
obra deletérea y expansiva, ante la cual, como veremos, sólo cabe una terapia.
Digamos pues que estas diferencias entre ambos, que en verdad han existido, son
en última instancia secundarias en relación al conjunto de su doctrina y que su
estereotipación exasperada sirve únicamente para escindir un bloque sólido y
necesario de pensamiento alternativo que en los tiempos actuales necesita
constituirse a través de la armonización entre las grandes intuiciones que
tuvieran ambos autores en vida. La doctrina tradicional alternativa e integral
exige en nuestros días, más que una simple coherencia lógica en el plano de la
formulación de los principios, cuyo énfasis excesivo conduce a una actitud
meramente escolástica y sectaria, muchas veces puramente verbalista y por lo
tanto inofensiva, una confluencia necesaria entre lo expresado por tales
autores, los cuales, en tanto representan ecuaciones existenciales diferentes y
hasta antitéticas en algunos aspectos, por lo tanto han formulado los mismos
principios con léxicos variados, acentuando así de una misma problemática un
aspecto distinto a fin de poder hacerla accesible a espíritus dispares y
aplicando consecuentemente tácticas disímiles en la acción emprendida para
rectificar el rumbo descendente de la historia.
Ante tal cuestión
representa pues para nosotros un deber fundamental, en vez de la actitud antes
aludida, la de tratar de contestar a las siguientes preguntas: ¿Cuál es la
semejanza esencial entre ambos autores? Y también ¿Cuál es el meollo común que
unifica a estos dos pensamientos? Al respecto digamos previamente que, si bien
la Tradición es una, múltiples son las maneras por las cuales ésta se expresa
históricamente. Así como a nivel religioso sostenemos que las religiones son caminos
distintos para alcanzar la divinidad, que es una, y los mismos se adaptan a la
idiosincrasia de cada pueblo o cultura permitiendo así, a través de su
especificidad propia, acceder a una misma meta trascendente, del mismo modo
guenonismo y evolianismo son modalidades diferentes de ser por las cuales, en
este mundo moderno y en ruinas, se accede a la dimensión metafísica hoy vedada
al común de las personas. Y a su vez la vida y acción de cada exponente de la
Tradición, y no meramente su exposición doctrinaria, es lo que representa un
camino que nos induce a pensar, desde perspectivas distintas, en los grandes
problemas que plantea tal escuela.
Hecha esta primera e
indispensable advertencia, Evola nos dice que el proceso de la subversión
moderna, movimiento por el cual se intentan destruir los caracteres
tradicionales de las distintas sociedades, exige referirse a una trama mucho
más vasta de fuerzas ocultas y pervertidoras, que nosotros hasta nos inclinamos
a no limitar a elementos puramente humanos. De este modo si por un lado él
percibe que por detrás del la modernidad ostensible se encuentra la existencia
de una intencionalidad oculta, de una acción que se desarrolla por detrás de
los bastidores del acontecer histórico para conducirlo hacia una meta fijada
con antelación, él piensa también que el origen último de la misma en el fondo
no es humano.
Pues bien ¿cuál es la
sustancia última de este elemento misterioso que actúa en el trasfondo
histórico de la modernidad?. La profundización de esta temática compleja que
trataremos de revelar aquí nos remite forzosamente a un hecho personal
acontecido en la vida de Evola, de capitales consecuencias para su futuro, y es
el relativo al accidente que él sufriera en la ciudad de Viena, ya finalizando
la contienda bélica de 1945, justo en el momento en el que revisaba un
pormenorizado archivo requisado por la policía, referente al accionar en el
mundo de ciertas sociedades secretas y a partir del cual, debido a su
importancia significativa, tenía pensado elaborar una obra esencial que se
habría titulado Historia secreta de las sociedades secretas. Si tuviésemos que
ubicarnos en la circunstancia que viviera en ese momento clave y decisivo de su
existencia debemos suponer que en ese instante se hallaba tremendamente asombrado
por lo que estaba leyendo y por los increíbles descubrimientos que venía
realizando, los que le estaban develando quizás la naturaleza de este enemigo
no-humano del cual él venía desde hace tiempo siguiendo sus rastros, por lo que
con seguridad no debe haber alcanzado a oír la alarma que anunciaba la
inminencia de un extraño e imprevisto bombardeo en una ciudad que, debido a su
escasa importancia estratégica, había sido ahorrada por tales trágicos eventos
y que además se hallaba prácticamente a punto de ser ocupada, justamente en el
final mismo de la contienda. Sin embargo ni el fragor, ni la cercanía con la
que las bombas se incrustaban por las calles aledañas a su despacho, buscando
con insistencia un determinado objetivo, lo impulsaron a retirarse hacia un
refugio seguro. La explicación que Evola nos dará luego en El camino del
cinabrio respecto del por qué no se fue de allí para guarecerse resulta
sumamente poco creíble. Creemos más bien que el asombro por lo descubierto fue
lo que lo dejó paralizado y ensimismado en sus pensamientos por lo que le
resultaba imposible abandonar la lectura. Minutos más tarde su edificio es
alcanzado en pleno por una de las bombas y un pesado anaquel, repleto de
libros, caerá entonces sobre el cuerpo de Evola produciéndole un daño físico
irreparable. Despertará al día siguiente en el hospital con la columna
fracturada y una consecuente parálisis de la cintura por debajo de su cuerpo
que lo acompañará hasta el final de sus días. ¿Pero cuál había sido el
descubrimiento realizado por Evola y qué decían esos archivos secretos que
estaba develando en ese instante? Eso es algo que nuestro autor se habrá
llevado consigo a la tumba, ya que nunca más volverá a tratar ese tema y el
aludido libro nunca se llegará a escribir.
Sin embargo nosotros
intentaremos develar aunque sea parcialmente el meollo de dicho problema
justamente acudiendo a la figura del otro gran maestro de la Tradición, R.
Guénon, pues, tal como dijéramos, ambos se complementan recíprocamente y acuden
en ayuda el uno del otro cuando cierto aspecto de su cuerpo doctrinario resulta
poco comprensible. Acotemos también que ambos venían desarrollando desde hacía
unos veinte años una muy prolífica correspondencia. Y al respecto es bueno
resaltar aquí que quienes quieren confrontar a estas dos figuras suelen
decirnos que sus cartas fueron en cambio ocasionales y muy escasas; todo lo
contrario, su intercambio se remontó hasta la muerte misma del francés,
habiendo sido interrumpida tan sólo por la guerra y el aludido accidente del
primero. Justamente en una de estas esquelas notamos cómo E., tras haberle
narrado tal insólito hecho a G., éste le manifiesta la posibilidad expresa de
que el mismo pudiese haber sido inducido por fuerzas ocultas y oscuras con
ciertas posibilidades de acción que escapan a lo que suele considerarse como lo
meramente normal. Es decir, posiblemente por ese enemigo no-humano que Evola
había denunciado en obras anteriores. Y al respecto, para ratificar tal idea,
nos relata cómo también a él le había acontecido una misteriosa parálisis en la
totalidad de su cuerpo que lo dejó postrado por varios días sin poder moverse
siquiera, pero que ese inconveniente pudo ser eliminado justamente en el
momento en el cual se hizo desaparecer a una determinada persona que,
habiéndose acercado al círculo íntimo del autor, actuaba mágicamente sobre el
mismo. También le relató que en otra circunstancia similar había circulado por
Egipto, lugar donde G. se encontraba, un abogado que intentaba infructuosamente
hacerse con una foto de nuestro pensador (2). Las razones de tal hecho son
fácilmente imaginables. Y ante la pregunta de E. respecto de cómo podía ser que
una persona de espiritualidad altísima como G. pudiese ser afectada por tales
poderes maléficos y ocultos, éste le recuerda que en su asedio los mismos
pueden atacar tan sólo físicamente a quienes se han elevado a una dimensión
superior pues les está absolutamente vedada la esfera espiritual. Al mismo
Mahoma, nos recuerda, le fueron infligidos en vida terribles dolores por parte
de estos adversarios.
Ahora bien, ¿cuáles son
las razones de esta persecución a la que alude G. y a la que han sido sometidos
ambos autores en vida? Porque es a partir de aquí, a través del relato de esta
breve anécdota, y no en el contraste entre determinadas formulaciones
doctrinarias, en donde podemos encontrar la estrecha vinculación que existe
entre los dos. Una cosa nos resulta clara: G. y E. fueron perseguidos por
alguien que poseía poderes superiores a los meramente humanos y estos poderes,
si bien pudieron influir sobre ellos físicamente, en ningún momento lograron
doblegarlos, ni desviarlos del camino que habían iniciado y que se prolongaría
por múltiples décadas. Más aun, podemos decir que el testimonio de su vida
ratifica su intuición más honda cual es la percepción de la existencia de un
intenso y sostenido combate metafísico en el seno de nuestra historia, como una
proyección a su vez del que acontece en lo interior de nosotros. El mismo
acaece sin que el común de las personas tenga noticia alguna, sucediendo
habitualmente que éstas vivan y mueran sin siquiera sospecharlo mínimamente.
Pero aclaremos en qué consiste este asedio y sobre quienes en cambio el mismo
tiene sin duda alguna éxito. Dicho combate metafísico está formulado como
trasfondo en todas las grandes religiones cuando nos hablan de una lucha
incesante entre fuerzas del cosmos y del caos, del bien y del mal, y si
tuviésemos que expresarnos con categorías propias de los autores mencionados,
entre tradición y modernidad, es decir entre quienes sostienen un orden
sustentado en valores espirituales y perennes, por un lado, y aquellos que en
cambio se afincan en lo que siempre cambia, en lo que es tiempo y materia, es
decir en aquello que, en tanto es incesante mutación y devenir, en realidad en
el fondo no es, representando en última instancia una mera ilusión.
Pero además es
indispensable que, para que muchos sean victimas de tal sugestión en que se
asienta la modernidad, se haya inculcado previamente en forma colectiva el verdadero
absurdo de que el espíritu, esto es, lo que es permanente y eterno, aquello que
representa la única realidad verdadera, es en cambio lo que no existe en manera
alguna, y que lo único que en vez posee realidad es el devenir y no el ser. De
este modo, al extirparse en el hombre la percepción de aquello que es
verdadero, consecuentemente también se lo priva de su esencia más íntima cual
es la libertad convirtiéndoselo así en un mero objeto o parte de un proceso que
lo conduce ilimitadamente a lo largo de toda su vida y sin sentido alguno que
lo trascienda, como incluido en una ciega voluntad irracional de vivir que
siempre lo juega y se le sobrepone incesantemente. E incluso se llega hasta el
absurdo de confundirse lo que es la libertad, que es lo propio del espíritu,
con ese mismo ciego e irracional sumergirse en la vorágine tumultuosa de este
mundo del devenir y de la mera “vida” que siempre transcurre y fluye. El hombre
producto, el hombre en serie, el animal social, tal es pues la meta de dichos poderes
ocultos.
Nos preguntamos
seguidamente ¿Cuál es la táctica principal que se ha adoptado para obtener esta
degradación y anomalía en el hombre? Ello acontece sembrando en el seno de las
sociedades humanas un conjunto de sofismas y falsificaciones, pero a sabiendas
de que lo son. De este modo tales poderes se aseguran el objetivo central cual
es el de destruirlas y de esta manera destruir también en el hombre su
naturaleza espiritual y libre, cual es su capacidad de discernimiento y
asombro, para convertirlo en cambio en un esclavo, en un ser dependiente e
insuficiente que siempre necesita de otro para ser. Un ejemplo ostensible de lo
que aquí decimos lo tenemos en nuestros días y al alcance de cualquiera
mínimamente advertido cuando, a nivel económico por ejemplo, un organismo como
el FMI nos acaba de reconocer, ya cuando la evidencia golpea a las puertas de
una manera harto ostensible y más de la mitad de la población de un país de
incalculable pluralidad de recursos vive por debajo del índice de pobreza, que
sus políticas económicas “sugeridas” (eufemismo para no decirnos impuestas)
fueron rotundos fracasos. Sin embargo se cuida de decirnos que ya lo sabían en
el momento en que las “sugerían” y, más aun, ellos fueron los encargados
también de hacernos creer en la seriedad y “cientificidad” de las mismas a
través de verdaderas puestas en escena por las que se ensalzaba hasta límites
inverosímiles a todos nuestros ministros gestores de tales fracasos (el mago de
hoz fue por ejemplo el apelativo elogioso que recibiera el ministro Martínez de
Hoz, el gran milagro argentino fueron así llamados tanto el plan austral como
la convertibilidad de Cavallo, etc.). Y en función de ello también varios
premios nobeles, al servicio de tales poderes ocultos, que entre sí se premian
para emitir imágenes de seriedad, venían a nuestras tierras con la expresa
finalidad de ratificarlos, dándole así un viso de eficiencia a lo ensayado, en
modo tal de inculcarnos la idea respecto de la infalibilidad del proyecto y
ridiculizando así cualquier posibilidad de oponerse al mismo, a pesar de todas
las evidencias, lo cual era equivalente a pecar de desinformado y estúpido. Es
decir, la imagen fabricada, el miedo al ridículo eran los sustitutos de esa
realidad humana esencial que es la libertad de pensar y de expresar el propio
discernimiento. Tales lavados de cerebro son pues posibles en un universo en el
cual a las personas se les ha suprimido previamente la esfera propia del
espíritu. Amputada tal dimensión en el hombre, siendo negada su existencia y
comprendido el ser humano como un mero compuesto de cuerpo y alma, y a su vez
reducida ésta, a través de sugestiones tales como el conductismo o el
psicoanálisis, a mero juguete de lo corpóreo o del inconsciente instintivo,
será posible luego manejarlo a través de actos reflejos y condicionados como
podría acontecer con una simple marioneta o con el perrito de Pavlov ensayado
en laboratorio, jugando en todo este contexto un rol decisivo e imprescindible
en tal tarea de reblandecimiento ese aparatejo maldito cual es la televisión.
Claro que los únicos que no pueden ser determinados por tales lavados de
cerebro colectivo son aquellos seres minoritarios en los cuales aun subsiste el
espíritu y especialmente quienes, en función de tal dimensión superior a la que
han accedido, han sido capaces de ordenar hacia el mismo la propia existencia.
Para evitar que éstos puedan en algún momento despertar al hombre del letargo
en que se encuentra y de este modo echar a perder así el plan diabólico tan
prolijamente pergeñado es que van dirigidos los procedimientos especiales antes
aludidos consistentes en lo que se conoce habitualmente como magianegra.
Ahora bien, volvamos a la
figura de G. que es quien, por lo que hemos visto, había tenido una visión más
precisa respecto de las causas de tal asedio, justamente por haber frecuentado
en mayor medida que E. ciertos círculos secretos en los cuales tales poderes
solían organizarse y recabar sus procedimientos de acción. Se trataba de grupos
en los cuales, junto a una pretendida evocación de fenómenos espirituales,
acontecía en manera ilícita también la de aquellos que en cambio se referían a
regiones más oscuras y bajas de la conciencia humana, aquello que, para hacerlo
comprensible al gran público, sería el equivalente a lo que el psicoanálisis ha
denominado como el inconsciente, o que la teología católica califica como
preternaturales, en tanto situados en una esfera intermedia entre lo natural y
lo sobrenatural, y que el esoterismo señala a su vez como las regiones
intermedias o ínferas del yo, que se encuentran ubicadas entre la conciencia
psicológica racional y la supraconciencia espiritual, entre el tiempo y la
eternidad. Nos referimos al accionar de sectores que, amparados en la
estructura de organizaciones que de espiritual tienen tan sólo la cáscara,
mezclaban ilícitamente estas dos esferas, es decir, los que confundían lo que
es propiamente espiritual con lo que en cambio es preternatural, en tanto
pertenecientes a las regiones ínferas e intermedias del yo. G. vivió un largo
asedio por parte de los mismos, del que hablaremos seguidamente.
Retrocedamos pues en su
biografía a la primera época del Guénon joven, al período que abarca entre los
años 1908 y 1928, momento en el cual, antes de su ida definitiva a Egipto,
nuestro autor frecuentó sucesivamente distintas instituciones de reconocido
carácter pseudo-iniciático, es decir de aquellas que, tomando categorías
tradicionales válidas, como la magia o la iniciación, las mezclaban y
confundían con las pertenecientes al orden moderno de la materia, tales como la
Iglesia gnóstica así como la Orden del Templo Renovado (que estaba inscripta en
una logia masónica irregular de origen español llamada Humanidad) y otros
grupos del mismo tenor vinculados con el teosofismo y el ocultismo. Luego de
una participación activa en tales estructuras, saldrá de todas ellas de manera
conflictiva y se granjeará una serie de enemigos irreconciliables. Debido a lo
secreto de tales actividades, ignoramos con certeza cuáles fueron las causas de
dichos inconvenientes, pero lo que con seguridad conocemos son las
consecuencias que el autor sacó de este importante período de su vida, las que
han sido formuladas en una serie de obras magistrales en las cuales separó las
aguas entre lo que era una autentica espiritualidad de lo que en cambio
significaba una parodia de la misma, a través de la intromisión de elementos
modernos en el seno de disciplinas tradicionales. Así fue como, del accionar de
tal periodo, surgieron El teosofismo, historia de una pseudo-religión, El error
espiritista, y finalmente una obra esencial sobre la Masonería en la cual
diferenciaba lo que era una masonería operativa, vinculada al saber iniciático
y tradicional, de lo que en cambio había sido su desviación en el siglo XVIII
con la creación de la masonería especulativa, de neto corte moderno. En el
trabajo sobre el teosofismo se dedicará principalmente a destruir la creencia
principal en que se fundaba tal pseudo-espiritualidad, la doctrina de la
reencarnación, falsamente atribuida al Oriente; y en la obra sobre el
espiritismo tratará de demostrar que lo que los espiritistas pretendían señalar
como espíritu eran nada más que residuos psíquicos cadavéricos en espera de la
segunda muerte y simultáneamente varios de ellos a la búsqueda de un cuerpo, en
este caso los médium, sobre el cual descargarse.
Es indudable que una obra
de semejante envergadura, que develaba una trama de infiltraciones y
falsificaciones en el seno mismo de lo que debería haber sido la guardia celosa
del saber tradicional e iniciático, efectuando en cambio mezclas espurias,
debía generar conflictos adentro de tales estructuras, entre las cuales no
estuvo ajena la misma Iglesia católica oficial, en especial a través de la
figura de Maritain, expresión ostensible del sector modernista que desdeñaba
todo tipo de esoterismo, del mismo modo que otro sector conservador, en
apariencias antagónico al primero, que, anidado en una revista especializada en
la caza de masones y ocultistas, la RISS (Revista de investigación sobre las
sociedades secretas), ponía a todos en una misma bolsa aunque emprendiéndola de
manera especial y llamativa en contra de Guénon, soslayando sus críticas a
todas estas vertientes pseudo-iniciáticas y su colaboración estrecha con
revistas católicas tradicionalistas como Regnabit.
Pero henos aquí aparecer
otra semejanza con E.. También este último había elaborado un par de obras
críticas hacia tales sectores seudo-espirituales, en especial luego de su
actuación en el Grupo de Ur, grupo iniciático y tradicional, con la finalidad
él también de separar aguas. El espiritismo y el teosofismo entre otros
aparecerán criticados en Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo, en
el cual también se incluía el Psicoanálisis y, a diferencia de G., también
elaborará una obra de crítica al modernismo cristiano güelfo que es su
monumental Imperialismo pagano. Sin embargo en todos estos textos, sea de E.
como de G., quedará flotando siempre la idea de la existencia de un enemigo
no-humano del que apenas existen alusiones, pero nunca una obra exhaustiva que
lo demuela y delate definitivamente. Y será quizás el francés quien tendrá una
mayor precisión en señalarlo; tal era el que se expresaba bajo la forma de una
organización muy peculiar denominada el ocultismo. El mismo está aludido
expresamente en su obra El reino de la cantidad cuando hace mención al factor
demoníaco anticrístico, representado por lo que él llama la contrainiciación.
¿Qué es lo que la caracteriza? Representa en manera aviesa y conciente el
espíritu de la confusión y de la mezcla y es el que campea en todas las
desviaciones anteriormente mentadas, pero de manera expresa y deliberada; es
aquello que teológicamente se conoce como el satanismo. Es decir que, mientras
que en los casos anteriores la confusión es el producto de una ignorancia, aquí
nuevamente ello se lo hace pero a sabiendas de que se confunde. Así pues el
reencarnacionismo por ejemplo introduce en el seno de la espiritualidad algo
que en cambio es propio de ciertas disciplinas del ámbito de las ciencias
profanas, la teoría del progreso o de la evolución, por la cual todo
acontecimiento va necesariamente de lo que es menos a lo que es más, de lo que
es peor a lo que es mejor. He aquí pues una primera confusión. El espiritismo
lo es en tanto confunde lo espiritual con lo psíquico tomando a su vez de éste
a la zona más baja relativa al inconsciente irracional, tal como el
psicoanálisis en sus diferentes vertientes en un nivel científico y académico.
El ocultismo representa pues el paso más audaz y peligroso dirigido esta vez al
núcleo mismo de la Tradición. Utiliza procedimientos propios de la ciencia
sagrada, sus ritos mágicos, pero con una finalidad no espiritual, sino a la
inversa, al servicio de la materia, del mero instinto de poder y de dominio. Y
ésta es la mayor de las perversiones. Justamente su nombre mismo indica su
carácter secreto y misterioso. Significa la inversión de los ritos, la
utilización de fuerzas que en algún momento fueron superiores, pero desviadas
con una finalidad espuria y destructiva. Su instrumento es principalmente la
magia, pero no la blanca comprendida como metafísica práctica, como posibilidad
iniciática de acceder a las cumbres más elevadas del espíritu, sino a la
inversa la luciférica y negra. Ya hablaremos de quiénes se trata.
Desbaratar la trama
principal de esta subversión no humana era la meta última que tenía proyectado
G. desde dentro de tales cuevas de la Contrainiciación cuyos secretos él había
ido develando en una ardua tarea de esclarecimiento, de lo cual son fruto no
sólo las obras antes aludidas, sino unos 350 artículos que compondrán luego
distintos libros recopilados después de su muerte. Más aun, hasta ha habido
algunos que han llegado a decir, sin que lo podamos corroborar expresamente,
que la tarea de G. fue de infiltración efectuada para desactivar y delatar a
tales grupos. Toda esta labor abnegada habría de converger hacia una obra
definitiva de develamiento, similar a la que iba a emprender E. con las
sociedades secretas y que se tendría que haber llamado El error ocultista, la
cual debía develar la clave última y decisiva que se escondía en el trasfondo
no-humano del movimiento moderno. Pero he aquí que, de la misma manera que con
la redacción de la primera, coartada luego de un misterioso bombardeo, tales
poderes actúan también sobre G. impidiendo de manera semejante la consumación
de la misma con las revelaciones que habrían de asombrar al mundo entero. Una
serie de inconvenientes personales repercuten decididamente en su persona,
invadiendo hasta su vida privada más íntima. Tras una llamativa persecución
partida desde una serie de revistas en apariencias discrepantes como la aludida
RISS y otras pertenecientes al ámbito del teosofismo, es decir desde sectores
católicos güelfos hasta decididamente ocultistas, se le asocia un también
curioso sucederse de desgracias personales que inducen a pensar en una
verdadera y propia acción de maleficio. En un lapso de muy pocos meses
desaparece toda su familia. Su esposa muere de un repentino derrame cerebral,
así como una hija adoptiva que venía criando desde la infancia le es retirada
la guarda por parte de su madre originaria. Y en ese mismo período también como
por arte de magia todas las puertas laborales se le cierran. Y entonces es que
sobreviene su ida a Egipto, lo cual no nos cabe duda alguna de que se trató de
un exilio forzoso determinado por la antes aludida persecución, semejante a la
padecida por E.. ¿Pero por qué elegirá Egipto? Trataremos de develarlo
seguidamente.
Llegamos así a la
pregunta decisiva. ¿Quiénes y qué cosa representan estos individuos? ¿Cuál era
trasfondo oculto que había que esconder a cualquier precio, sin reparar en
medio de acción ofensiva? Jean Robin, un autor que en lo esencial de su obra
puede encuadrarse entre aquellos que E. en vida describiera como escolásticos
guénonianos, es decir entre quienes se han preocupado por resaltar las
diferencias entre los dos autores que aquí comentamos, en una obra de singular
valor, que en castellano se titularía René Guénon, testigo de la Tradición, nos
da los nombres completos de sus perseguidores, los que no reproducimos aquí por
carecer de importancia respecto al tema a tratar. Sin embargo es interesante resaltar
la hipótesis que él baraja en relación al origen que habría tenido su
iniciación, es decir, de dónde habría provenido el aprendizaje de sus prácticas
de magia negra por el cual les resultaba indispensable mantener oculto su
secreto. Él está convencido de que todas ellas derivan de una civilización
perdida, fenecida en el más remoto pasado a causa de una corrupción y posterior
decadencia. Es decir de una civilización que, tradicional en sus orígenes, en
tanto desviada luego de su rumbo espiritual, puso al servicio de fuerzas
impuras todo el elemento ritual y mágico que poseía. Acotemos aquí que, a
diferencia de la cosmovisión moderna por la que se sostiene que la actual
humanidad desciende del animal, el esoterismo considera, a partir de
concordancias habidas en los textos sagrados de las principales religiones y de
filósofos de la antigüedad, el origen divino de la especie humana, siendo en
cambio la humanidad actual, en vez del producto de un progreso, el de una
decadencia acontecida por un desvío o una mezcla. Así pues, de acuerdo a tal
convicción, Robin cree hallar tal origen en la Atlántida. Tal civilización, de
la cual nos hablan diferentes tradiciones y pensadores, entre los cuales
Platón, y que correspondería al período histórico conocido como la Edad de
plata, decae y sucumbe luego de una profunda decadencia por la cual sus
integrantes se mezclan con seres de origen animal. Es en efecto Platón quien
nos dice en el Critias refiriéndose a la decadencia de la Atlántida: “Pero
cuando el elemento divino se fue extinguiendo en los atlantídeos, mezclándose
cada vez más con el transcurso del tiempo con el elemento mortal y
prevaleciendo éste en el elemento humano, entonces, al no saber equilibrar más
la propia prosperidad, degeneraron.... Pero el dios de los dioses, Zeus, quien
gobierna según la leyes, al poder juzgar tal situación y al comprender cómo
degeneraba miserablemente tal estirpe, que en un determinado momento fue
espléndida, quiso imponerle un castigo a fin de hacerla volver hacia los justos
límites gracias a la lección que habría de infligirle” (121, b-c). Y esto mismo
según Guénon se vincula con el diluvio bíblico que correspondería también a la
caída de la Atlántida, hecho por lo demás testimoniado por otras tradiciones,
todas las cuales convergen en narrar un mismo acontecimiento extraordinario.
Ahora bien, siguiendo con lo referente al lugar elegido por G. para su exilio,
nos preguntamos seguidamente: ¿en dónde se encontraba la Atlántida? Nuevamente
leyéndolo a Platón encontramos la siguiente indicación: “En la isla de
Atlántida se había formado una gran potencia regia; la misma dominaba toda la
isla, pero también a otras islas y partes del continente (aquí sin lugar a
dudas se refiere al continente americano con las civilizaciones maya y tolteca,
y sus herederas posteriores los aztecas y los incas); además de éstas también
de este lado del estrecho (es decir el de Gibraltar, denominado en ese entonces
las Columnas de Hércules), ellos reinaban desde Libia hasta Egipto, y en Europa
hasta Tirrenia (que es la provincia Etrusca de Italia Occidental)” (Timeo, 25
a-b). Vemos pues cómo, de acuerdo a tal indicación conocida y revelada a Platón
en sus viajes, Egipto, por su ubicación geográfica, constituía un receptáculo
privilegiado para la herencia atlantídea, sea en sus aspectos positivos, como
negativos. Nos vamos de este modo aproximando al esclarecimiento del por qué G.
elige justamente Egipto para instalarse. Pero ¿qué es lo que allí descubre? Su
caracterización no puede haber sido más lapidaria. “Hoy en día la única cosa
que subsiste del Egipto antiguo es una forma de magia muy peligrosa y de un
orden sumamente bajo; la misma se vincula a los misterios del famoso dios con
cabeza de asno, el cual no es otro que Set o Tifón. Ésta ha alcanzado un grado
de mayor degradación en ciertas regiones de Sudán, en donde acontecen cosas
realmente extraordinarias. Por ejemplo parece que allí exista una región en la
cual todos sus habitantes, cerca de veinte mil, poseen la facultad de asumir
durante la noche semblanzas de animales; hasta se ha llegado al extremo de
tener que cercar el lugar a fin de impedir que éstos pudiesen salir para
efectuar incursiones, durante las cuales hasta llegaban a devorar a seres
humanos. Supe de una persona de mi más plena confianza que al haber empleado
como doméstica a un alguien de este pueblo tuvo que despedirla inmediatamente
al notar tales anomalías” (carta del 22-04-32). De acuerdo a la analogía que
existe entre las grandes religiones, en la egipcia, Set cumple una función similar
a la de Caín en la Biblia. Así como éste mata a Abel, que expresa el principio
divino, Set hace lo mismo con Osiris, representando pues ambos, Caín y Set, los
principios impuros de la decadencia y el materialismo.
En su lucha incondicional
en contra del enemigo moderno G. había pues arribado a su origen mismo, a la
cuna en donde se inspiraba el elemento no humano del mismo contra el que
combatía. Egipto pues representaba, en el momento de su arribo, el centro
principal de la Contrainiciación y habría sido por tal razón que él habría
decidido establecerse en tal territorio. Fue entonces para llevar a cabo la
lucha en contra los adoradores de Set, el dios de cabeza de asno, símbolo de la
Contrainiciación, por lo tanto el principal adversario de la iniciación y
tradición, que G. arribará a su cuna misma, en Egipto a fin de poder develar el
gran secreto. Pero sobrellevar este combate le significará una serie sucesiva
de nuevos inconvenientes narrados siempre por Robin, los que se le suman a los
que le relatara a E.. Vayamos a algunos casos concretos. Un día G., presagiando
un ataque, había salido de su casa para evitarlo. Pero al regresar en compañía
de un amigo, constataron que uno de los vidrios de su estudio estaba hecho
pedazos, como si se le hubiese lanzado un pesado objeto, pero con esta
particularidad, que los trozos de vidrio se encontraban, no adentro de la casa,
sino afuera en el umbral de la ventana. Otras veces los ataques se
materializaron bajo la forma de animales negros, cosa ésta que nos remite justamente
a los misterios tifonianos. En una carta a un amigo, quien también sufriera
tales inconvenientes, de abril de 1932, G. vinculaba expresamente tales ataques
con el dios de cabeza de asno. “Reputo que éste sea el verdadero centro de
todas las cosas maléficas de las cuales Ud. conoce su existencia. Me he podido
dar cuenta de que en ciertos ritos se emplea la sangre de animales negros.” Y
agregaba en otra carta del 22 de mayo: “Una vez he padecido el ataque de un
oso.. habiéndome permanecido por un tiempo la marca de una mordida en el
cuello”. Ahora bien la sangre de los animales negros era utilizada en la magia
sethiana, tal como lo certifica entre otros aquel papiro mágico en el que se
representa un cráneo de asno denominado Tyfonos Cranion y trazado con la sangre
de un perro negro. Pero nada de todo esto padecido era en valor equivalente a
la obra victoriosa por él emprendida, la de haber sido capaz de arribar hasta
las fuentes últimas de la subversión moderna, esto es, al centro energético y
geográfico en el que se nutre el enemigo no humano.
He aquí pues develado el
misterio del que E. y G. nos hablaban, aunque nunca pudieron llegar a escribir
una obra completa y exhaustiva sobre el mismo, por más que fueron sí capaces de
aproximársele hasta su guarida más secreta, ayudándonos de este modo a revelar
su esencia más íntima. Y he aquí pues la clave para responder al secreto que
Evola nos mencionaba en su introducción a los Protocolos. Una fuerza maléfica y
anti humana campea por la historia para conducirla hacia un rumbo de
destrucción; fuerza universal que nada ahorra, llegando hasta la utilización de
medios mágicos pertinentes de los que nuestros autores por su existencia han
sido claros testigos.
Y para finalizar nos
preguntamos ¿Es que en la República Argentina hemos estado ajenos a este
combate metafísico? ¿No ha actuado también en nuestro suelo el enemigo
no-humano que combatieran al unísono los dos grandes maestros? Vayamos para
concluir a un par de detalles de nuestra historia más reciente que nos indican
tal accionar. Fue en 1983, en vísperas de inaugurarse una era de profunda
decadencia, que en nuestros días campea con su mayor vigor, cuando en un
billete de cinco pesos apareció, justo en el reverso de nuestro monumento a la
bandera, la efigie de un diablo con horquilla, junto a tres seis graficados en
la cabeza de nuestro prócer principal, una tiara papal invertida y varios
machos cabríos apuntando hacia la misma. Era éste un rito propiciatorio a fin
de acelerar los tiempos de nuestra destrucción. Luego de este rito nuestra
moneda fue devaluada en trece millones respecto de su valor originario, nuestra
deuda alcanzó límites inauditos, la pobreza y la miseria arribaron a extremos
jamás concebidos para un país rico con capacidades de alimentar al mundo
entero. Luego en 1987 acontecieron en cambio sucesivamente tres ritos
evocatorios ejecutados con precisión durante tres meses consecutivos. Se
serrucharon las manos del general Perón un 28 de junio, se asesinó y desangró a
un periodista de orientación patriótica un nueve de julio y un 17 de agosto,
fecha evocativa del mismo prócer que ornaba antes a nuestros billetes, nuestro
obelisco, centro energético de la república, será simbólicamente circuncidado
(se dice que con la sangre de tal periodista). Las secuelas de tales actos no
precisan explicarse, la realidad con su crudeza nos habla por sí misma. Y
podríamos considerarnos privilegiados y como testigos de un destino
significativo por el hecho de que estas cosas sucedan o puedan ser percibidas
hoy en día solamente en estas tierras a las cuales los adoradores del dios con
cabeza de asno le han reservado una atención muy especial. Pero fracasarán. A
pesar de sus esmeros y ritos contrainiciáticos, la enseñanza de los dos grandes
maestros permitirá romper la madeja impenetrable que nos han armado. Es por
ello que reputamos como un signo esperanzador el hecho de que, a pesar de todos
los males que vivimos, haya sido también este país el único en el mundo en
realizar por tres años consecutivos estas jornadas de evocación de René Guénon,
nada menos que en una sede del Congreso de la Nación y que también haya sido el
único en el cual exista, y desde hace varios años, un Centro de Estudios
Evolianos, el que tengo el orgullo de presidir.
NOTA:
(1) Conferencia dictada
en el 2001 en ocasión de recordarse los cincuenta años del fallecimiento de R.
Guénon. La misma ha sido editada como apéndice en la obra de J. Evola, René
Guénon, un maestro de los tiempos últimos. Ed. Heracles, Buenos Aires, 2001.
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