sábado, 8 de outubro de 2016

La VERTICAL atrae la HOSTILIDAD y la INCOMPREENSIÓN de MEDIO.

      
MMMiiiiiiiiiii¡¡¡¡¡¡¡¡ Maese (!)

"(...) G. y E. fueron perseguidos por alguien que poseía poderes superiores a los meramente humanos y estos poderes, si bien pudieron influir sobre ellos físicamente, en ningún momento lograron doblegarlos, ni desviarlos del camino que habían iniciado y que se prolongaría por múltiples décadas. Más aun, podemos decir que el testimonio de su vida ratifica su intuición más honda cual es la percepción de la existencia de un intenso y sostenido combate metafísico en el seno de nuestra historia, como una proyección a su vez del que acontece en lo interior de nosotros.(...)"!!!!!!!!!

Sólo con prosodia, una triple batería , he considerado JUSTO Y PERFECTO, expresar el CONTENTO y la SATISFACCIÓN, de los obreros que asisten a la logia, hasta ahora , dispersa o itinerante, del Maestro GHIO, en este 5to libro.
La función de Guénon y Evola  por Marcos Ghio
(Conferencia dictada el pasado 11/08/04 en ocasión de celebrarse la Tercera Semana Guénoniana en la ciudad de Buenos Aires).

Ambos autores, de quienes hoy hablaremos, representan los exponentes principales del pensamiento tradicional alternativo, también llamado tradicionalismo integral, en tanto antitético de la modernidad, pues la niega no tan sólo en accidentes aislados o en aspectos solitarios y parciales, sino en su esencia, en la totalidad de su ser, no encontrando ante la misma ningún tipo de conciliación posible y siendo su consecuencia práctica la realización de una acción que coadyuve hacia su final irreversible. Frente a ello y ante la prolífica obra desarrollada por Evola y Guénon, la que ha abarcado una pluralidad múltiple de aspectos fundamentales relativos a un mismo problema, sea en una labor de crítica como de afirmación de alternativas posibles, la actitud de la modernidad, su enemigo declarado e irreconciliable, ha debido ser de abierta e incondicional hostilidad, acudiendo a una serie de procedimientos concurrentes y disuasorios a fin de que la misma no pudiese ser conocida suficientemente o en caso de hacerse imposible evitarlo, tratar de que lo fuera de manera distorsionada. Digamos también que todos estos procedimientos han sido efectuados y camuflados en el contexto de una muy democrática competencia que ha actuado pregonando una pseudo libertad de prensa que tan sólo difunde aquello que es concordante con el sistema vigente, contando para ello con el potencial de una gran pluralidad de instrumentos. En primer término, gracias al imponente poderío tecnológico desarrollado hoy en día a través de los llamados medios masivos de comunicación, el procedimiento ha sido el de silenciarlos, evitando primeramente que, sea en las universidades, como en restantes ámbitos académicos y científicos, los mismos pudiesen ser conocidos de manera correspondiente y sin matices que trataran de anularlos o hacerlos inofensivos. Y esto aconteció ya en vida de ambos; así pues Guénon pudo ver como su tesis doctoral sobre el pensamiento hindú, texto hoy conocido como “Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes”, presentada en su momento en la Sorbona de París, fue víctima de un contundente rechazo por no cumplir con “requisitos científicos de conocimiento” acordes con los cánones propios de la ciencia oficial y moderna, es decir, por no adaptarse a las modas vigentes impuestas totalitariamente por la modernidad y su policía de pensamiento que nos indican aquello que resulta conveniente pensar; lo mismo aconteció con Evola con su monumental tesis de más de 400 páginas, Teoría y Fenomenología del Individuo absoluto, pasada prácticamente inadvertida, a pesar y justamente por destruir y ridiculizar con argumentos irrebatibles y demoledores a los principales popes del idealismo italiano, en ese entonces la filosofía oficial del régimen. Tan sólo a la muerte de ambos autores, gracias a la ímproba tarea emprendida por distintas figuras encargadas de traducir sus obras y difundirlas, a pesar de tal boicot de silencio capcioso e intencionado, lograron abrirse una serie de grietas en el muro de contención y hoy en día, cuando los mismos ya comienzan a ser conocidos en mayor o menor medida, y habiendo aumentado su popularidad en los últimos años, en tanto que todo lo que han dicho y previsto ha sido corroborado en abundancia con pruebas contundentes e inobjetables, la táctica siguiente ha debido ser diferente. Por un lado había que tratar de hacerlos inofensivos, silenciando sus cosas principales, es decir intentando incluirlos, a través de una cierta tarea de adaptación, en la ciencia oficial y admitida, caso que ha sucedido principalmente con G. debido a ciertas características de su obra y de no haber adherido en vida a ningún bando político inconveniente. Por el otro, justamente en función de silenciar tales aspectos conflictivos hacia la modernidad vigente, es decir aquello que representa lo principal en la obra de ambos, tratar de confrontarlos entre sí, poniendo un acento exagerado en ciertas discrepancias que pudieron haber tenido en vida; tarea ésta de la cual lamentablemente no han podido escapar algunos autores tradicionales, especialmente guénonianos de estricta observancia, que se han encargado de resaltar tales diferencias hasta límites insólitos, descartando sin más a Evola al que se ha llegado incluso a calificar como anti-iniciático o luciférico, pasando de este modo sin darse cuenta a hacer un mismo coro con el sistema.

Dichos autores, en su sectarismo y cerrazón, tal como hemos demostrado en otra oportunidad (1), le hacen el juego a la modernidad, la cual no es meramente una cosa que hay que estudiar o investigar, sino una verdadera anomalía y enfermedad que hay que combatir, a riesgo de que, en caso contrario, se termine colaborando con su obra deletérea y expansiva, ante la cual, como veremos, sólo cabe una terapia. Digamos pues que estas diferencias entre ambos, que en verdad han existido, son en última instancia secundarias en relación al conjunto de su doctrina y que su estereotipación exasperada sirve únicamente para escindir un bloque sólido y necesario de pensamiento alternativo que en los tiempos actuales necesita constituirse a través de la armonización entre las grandes intuiciones que tuvieran ambos autores en vida. La doctrina tradicional alternativa e integral exige en nuestros días, más que una simple coherencia lógica en el plano de la formulación de los principios, cuyo énfasis excesivo conduce a una actitud meramente escolástica y sectaria, muchas veces puramente verbalista y por lo tanto inofensiva, una confluencia necesaria entre lo expresado por tales autores, los cuales, en tanto representan ecuaciones existenciales diferentes y hasta antitéticas en algunos aspectos, por lo tanto han formulado los mismos principios con léxicos variados, acentuando así de una misma problemática un aspecto distinto a fin de poder hacerla accesible a espíritus dispares y aplicando consecuentemente tácticas disímiles en la acción emprendida para rectificar el rumbo descendente de la historia.

Ante tal cuestión representa pues para nosotros un deber fundamental, en vez de la actitud antes aludida, la de tratar de contestar a las siguientes preguntas: ¿Cuál es la semejanza esencial entre ambos autores? Y también ¿Cuál es el meollo común que unifica a estos dos pensamientos? Al respecto digamos previamente que, si bien la Tradición es una, múltiples son las maneras por las cuales ésta se expresa históricamente. Así como a nivel religioso sostenemos que las religiones son caminos distintos para alcanzar la divinidad, que es una, y los mismos se adaptan a la idiosincrasia de cada pueblo o cultura permitiendo así, a través de su especificidad propia, acceder a una misma meta trascendente, del mismo modo guenonismo y evolianismo son modalidades diferentes de ser por las cuales, en este mundo moderno y en ruinas, se accede a la dimensión metafísica hoy vedada al común de las personas. Y a su vez la vida y acción de cada exponente de la Tradición, y no meramente su exposición doctrinaria, es lo que representa un camino que nos induce a pensar, desde perspectivas distintas, en los grandes problemas que plantea tal escuela.

Hecha esta primera e indispensable advertencia, Evola nos dice que el proceso de la subversión moderna, movimiento por el cual se intentan destruir los caracteres tradicionales de las distintas sociedades, exige referirse a una trama mucho más vasta de fuerzas ocultas y pervertidoras, que nosotros hasta nos inclinamos a no limitar a elementos puramente humanos. De este modo si por un lado él percibe que por detrás del la modernidad ostensible se encuentra la existencia de una intencionalidad oculta, de una acción que se desarrolla por detrás de los bastidores del acontecer histórico para conducirlo hacia una meta fijada con antelación, él piensa también que el origen último de la misma en el fondo no es humano.


Pues bien ¿cuál es la sustancia última de este elemento misterioso que actúa en el trasfondo histórico de la modernidad?. La profundización de esta temática compleja que trataremos de revelar aquí nos remite forzosamente a un hecho personal acontecido en la vida de Evola, de capitales consecuencias para su futuro, y es el relativo al accidente que él sufriera en la ciudad de Viena, ya finalizando la contienda bélica de 1945, justo en el momento en el que revisaba un pormenorizado archivo requisado por la policía, referente al accionar en el mundo de ciertas sociedades secretas y a partir del cual, debido a su importancia significativa, tenía pensado elaborar una obra esencial que se habría titulado Historia secreta de las sociedades secretas. Si tuviésemos que ubicarnos en la circunstancia que viviera en ese momento clave y decisivo de su existencia debemos suponer que en ese instante se hallaba tremendamente asombrado por lo que estaba leyendo y por los increíbles descubrimientos que venía realizando, los que le estaban develando quizás la naturaleza de este enemigo no-humano del cual él venía desde hace tiempo siguiendo sus rastros, por lo que con seguridad no debe haber alcanzado a oír la alarma que anunciaba la inminencia de un extraño e imprevisto bombardeo en una ciudad que, debido a su escasa importancia estratégica, había sido ahorrada por tales trágicos eventos y que además se hallaba prácticamente a punto de ser ocupada, justamente en el final mismo de la contienda. Sin embargo ni el fragor, ni la cercanía con la que las bombas se incrustaban por las calles aledañas a su despacho, buscando con insistencia un determinado objetivo, lo impulsaron a retirarse hacia un refugio seguro. La explicación que Evola nos dará luego en El camino del cinabrio respecto del por qué no se fue de allí para guarecerse resulta sumamente poco creíble. Creemos más bien que el asombro por lo descubierto fue lo que lo dejó paralizado y ensimismado en sus pensamientos por lo que le resultaba imposible abandonar la lectura. Minutos más tarde su edificio es alcanzado en pleno por una de las bombas y un pesado anaquel, repleto de libros, caerá entonces sobre el cuerpo de Evola produciéndole un daño físico irreparable. Despertará al día siguiente en el hospital con la columna fracturada y una consecuente parálisis de la cintura por debajo de su cuerpo que lo acompañará hasta el final de sus días. ¿Pero cuál había sido el descubrimiento realizado por Evola y qué decían esos archivos secretos que estaba develando en ese instante? Eso es algo que nuestro autor se habrá llevado consigo a la tumba, ya que nunca más volverá a tratar ese tema y el aludido libro nunca se llegará a escribir.

Sin embargo nosotros intentaremos develar aunque sea parcialmente el meollo de dicho problema justamente acudiendo a la figura del otro gran maestro de la Tradición, R. Guénon, pues, tal como dijéramos, ambos se complementan recíprocamente y acuden en ayuda el uno del otro cuando cierto aspecto de su cuerpo doctrinario resulta poco comprensible. Acotemos también que ambos venían desarrollando desde hacía unos veinte años una muy prolífica correspondencia. Y al respecto es bueno resaltar aquí que quienes quieren confrontar a estas dos figuras suelen decirnos que sus cartas fueron en cambio ocasionales y muy escasas; todo lo contrario, su intercambio se remontó hasta la muerte misma del francés, habiendo sido interrumpida tan sólo por la guerra y el aludido accidente del primero. Justamente en una de estas esquelas notamos cómo E., tras haberle narrado tal insólito hecho a G., éste le manifiesta la posibilidad expresa de que el mismo pudiese haber sido inducido por fuerzas ocultas y oscuras con ciertas posibilidades de acción que escapan a lo que suele considerarse como lo meramente normal. Es decir, posiblemente por ese enemigo no-humano que Evola había denunciado en obras anteriores. Y al respecto, para ratificar tal idea, nos relata cómo también a él le había acontecido una misteriosa parálisis en la totalidad de su cuerpo que lo dejó postrado por varios días sin poder moverse siquiera, pero que ese inconveniente pudo ser eliminado justamente en el momento en el cual se hizo desaparecer a una determinada persona que, habiéndose acercado al círculo íntimo del autor, actuaba mágicamente sobre el mismo. También le relató que en otra circunstancia similar había circulado por Egipto, lugar donde G. se encontraba, un abogado que intentaba infructuosamente hacerse con una foto de nuestro pensador (2). Las razones de tal hecho son fácilmente imaginables. Y ante la pregunta de E. respecto de cómo podía ser que una persona de espiritualidad altísima como G. pudiese ser afectada por tales poderes maléficos y ocultos, éste le recuerda que en su asedio los mismos pueden atacar tan sólo físicamente a quienes se han elevado a una dimensión superior pues les está absolutamente vedada la esfera espiritual. Al mismo Mahoma, nos recuerda, le fueron infligidos en vida terribles dolores por parte de estos adversarios.

Ahora bien, ¿cuáles son las razones de esta persecución a la que alude G. y a la que han sido sometidos ambos autores en vida? Porque es a partir de aquí, a través del relato de esta breve anécdota, y no en el contraste entre determinadas formulaciones doctrinarias, en donde podemos encontrar la estrecha vinculación que existe entre los dos. Una cosa nos resulta clara: G. y E. fueron perseguidos por alguien que poseía poderes superiores a los meramente humanos y estos poderes, si bien pudieron influir sobre ellos físicamente, en ningún momento lograron doblegarlos, ni desviarlos del camino que habían iniciado y que se prolongaría por múltiples décadas. Más aun, podemos decir que el testimonio de su vida ratifica su intuición más honda cual es la percepción de la existencia de un intenso y sostenido combate metafísico en el seno de nuestra historia, como una proyección a su vez del que acontece en lo interior de nosotros. El mismo acaece sin que el común de las personas tenga noticia alguna, sucediendo habitualmente que éstas vivan y mueran sin siquiera sospecharlo mínimamente. Pero aclaremos en qué consiste este asedio y sobre quienes en cambio el mismo tiene sin duda alguna éxito. Dicho combate metafísico está formulado como trasfondo en todas las grandes religiones cuando nos hablan de una lucha incesante entre fuerzas del cosmos y del caos, del bien y del mal, y si tuviésemos que expresarnos con categorías propias de los autores mencionados, entre tradición y modernidad, es decir entre quienes sostienen un orden sustentado en valores espirituales y perennes, por un lado, y aquellos que en cambio se afincan en lo que siempre cambia, en lo que es tiempo y materia, es decir en aquello que, en tanto es incesante mutación y devenir, en realidad en el fondo no es, representando en última instancia una mera ilusión.

Pero además es indispensable que, para que muchos sean victimas de tal sugestión en que se asienta la modernidad, se haya inculcado previamente en forma colectiva el verdadero absurdo de que el espíritu, esto es, lo que es permanente y eterno, aquello que representa la única realidad verdadera, es en cambio lo que no existe en manera alguna, y que lo único que en vez posee realidad es el devenir y no el ser. De este modo, al extirparse en el hombre la percepción de aquello que es verdadero, consecuentemente también se lo priva de su esencia más íntima cual es la libertad convirtiéndoselo así en un mero objeto o parte de un proceso que lo conduce ilimitadamente a lo largo de toda su vida y sin sentido alguno que lo trascienda, como incluido en una ciega voluntad irracional de vivir que siempre lo juega y se le sobrepone incesantemente. E incluso se llega hasta el absurdo de confundirse lo que es la libertad, que es lo propio del espíritu, con ese mismo ciego e irracional sumergirse en la vorágine tumultuosa de este mundo del devenir y de la mera “vida” que siempre transcurre y fluye. El hombre producto, el hombre en serie, el animal social, tal es pues la meta de dichos poderes ocultos.

Nos preguntamos seguidamente ¿Cuál es la táctica principal que se ha adoptado para obtener esta degradación y anomalía en el hombre? Ello acontece sembrando en el seno de las sociedades humanas un conjunto de sofismas y falsificaciones, pero a sabiendas de que lo son. De este modo tales poderes se aseguran el objetivo central cual es el de destruirlas y de esta manera destruir también en el hombre su naturaleza espiritual y libre, cual es su capacidad de discernimiento y asombro, para convertirlo en cambio en un esclavo, en un ser dependiente e insuficiente que siempre necesita de otro para ser. Un ejemplo ostensible de lo que aquí decimos lo tenemos en nuestros días y al alcance de cualquiera mínimamente advertido cuando, a nivel económico por ejemplo, un organismo como el FMI nos acaba de reconocer, ya cuando la evidencia golpea a las puertas de una manera harto ostensible y más de la mitad de la población de un país de incalculable pluralidad de recursos vive por debajo del índice de pobreza, que sus políticas económicas “sugeridas” (eufemismo para no decirnos impuestas) fueron rotundos fracasos. Sin embargo se cuida de decirnos que ya lo sabían en el momento en que las “sugerían” y, más aun, ellos fueron los encargados también de hacernos creer en la seriedad y “cientificidad” de las mismas a través de verdaderas puestas en escena por las que se ensalzaba hasta límites inverosímiles a todos nuestros ministros gestores de tales fracasos (el mago de hoz fue por ejemplo el apelativo elogioso que recibiera el ministro Martínez de Hoz, el gran milagro argentino fueron así llamados tanto el plan austral como la convertibilidad de Cavallo, etc.). Y en función de ello también varios premios nobeles, al servicio de tales poderes ocultos, que entre sí se premian para emitir imágenes de seriedad, venían a nuestras tierras con la expresa finalidad de ratificarlos, dándole así un viso de eficiencia a lo ensayado, en modo tal de inculcarnos la idea respecto de la infalibilidad del proyecto y ridiculizando así cualquier posibilidad de oponerse al mismo, a pesar de todas las evidencias, lo cual era equivalente a pecar de desinformado y estúpido. Es decir, la imagen fabricada, el miedo al ridículo eran los sustitutos de esa realidad humana esencial que es la libertad de pensar y de expresar el propio discernimiento. Tales lavados de cerebro son pues posibles en un universo en el cual a las personas se les ha suprimido previamente la esfera propia del espíritu. Amputada tal dimensión en el hombre, siendo negada su existencia y comprendido el ser humano como un mero compuesto de cuerpo y alma, y a su vez reducida ésta, a través de sugestiones tales como el conductismo o el psicoanálisis, a mero juguete de lo corpóreo o del inconsciente instintivo, será posible luego manejarlo a través de actos reflejos y condicionados como podría acontecer con una simple marioneta o con el perrito de Pavlov ensayado en laboratorio, jugando en todo este contexto un rol decisivo e imprescindible en tal tarea de reblandecimiento ese aparatejo maldito cual es la televisión. Claro que los únicos que no pueden ser determinados por tales lavados de cerebro colectivo son aquellos seres minoritarios en los cuales aun subsiste el espíritu y especialmente quienes, en función de tal dimensión superior a la que han accedido, han sido capaces de ordenar hacia el mismo la propia existencia. Para evitar que éstos puedan en algún momento despertar al hombre del letargo en que se encuentra y de este modo echar a perder así el plan diabólico tan prolijamente pergeñado es que van dirigidos los procedimientos especiales antes aludidos consistentes en lo que se conoce habitualmente como magianegra.

Ahora bien, volvamos a la figura de G. que es quien, por lo que hemos visto, había tenido una visión más precisa respecto de las causas de tal asedio, justamente por haber frecuentado en mayor medida que E. ciertos círculos secretos en los cuales tales poderes solían organizarse y recabar sus procedimientos de acción. Se trataba de grupos en los cuales, junto a una pretendida evocación de fenómenos espirituales, acontecía en manera ilícita también la de aquellos que en cambio se referían a regiones más oscuras y bajas de la conciencia humana, aquello que, para hacerlo comprensible al gran público, sería el equivalente a lo que el psicoanálisis ha denominado como el inconsciente, o que la teología católica califica como preternaturales, en tanto situados en una esfera intermedia entre lo natural y lo sobrenatural, y que el esoterismo señala a su vez como las regiones intermedias o ínferas del yo, que se encuentran ubicadas entre la conciencia psicológica racional y la supraconciencia espiritual, entre el tiempo y la eternidad. Nos referimos al accionar de sectores que, amparados en la estructura de organizaciones que de espiritual tienen tan sólo la cáscara, mezclaban ilícitamente estas dos esferas, es decir, los que confundían lo que es propiamente espiritual con lo que en cambio es preternatural, en tanto pertenecientes a las regiones ínferas e intermedias del yo. G. vivió un largo asedio por parte de los mismos, del que hablaremos seguidamente.

Retrocedamos pues en su biografía a la primera época del Guénon joven, al período que abarca entre los años 1908 y 1928, momento en el cual, antes de su ida definitiva a Egipto, nuestro autor frecuentó sucesivamente distintas instituciones de reconocido carácter pseudo-iniciático, es decir de aquellas que, tomando categorías tradicionales válidas, como la magia o la iniciación, las mezclaban y confundían con las pertenecientes al orden moderno de la materia, tales como la Iglesia gnóstica así como la Orden del Templo Renovado (que estaba inscripta en una logia masónica irregular de origen español llamada Humanidad) y otros grupos del mismo tenor vinculados con el teosofismo y el ocultismo. Luego de una participación activa en tales estructuras, saldrá de todas ellas de manera conflictiva y se granjeará una serie de enemigos irreconciliables. Debido a lo secreto de tales actividades, ignoramos con certeza cuáles fueron las causas de dichos inconvenientes, pero lo que con seguridad conocemos son las consecuencias que el autor sacó de este importante período de su vida, las que han sido formuladas en una serie de obras magistrales en las cuales separó las aguas entre lo que era una autentica espiritualidad de lo que en cambio significaba una parodia de la misma, a través de la intromisión de elementos modernos en el seno de disciplinas tradicionales. Así fue como, del accionar de tal periodo, surgieron El teosofismo, historia de una pseudo-religión, El error espiritista, y finalmente una obra esencial sobre la Masonería en la cual diferenciaba lo que era una masonería operativa, vinculada al saber iniciático y tradicional, de lo que en cambio había sido su desviación en el siglo XVIII con la creación de la masonería especulativa, de neto corte moderno. En el trabajo sobre el teosofismo se dedicará principalmente a destruir la creencia principal en que se fundaba tal pseudo-espiritualidad, la doctrina de la reencarnación, falsamente atribuida al Oriente; y en la obra sobre el espiritismo tratará de demostrar que lo que los espiritistas pretendían señalar como espíritu eran nada más que residuos psíquicos cadavéricos en espera de la segunda muerte y simultáneamente varios de ellos a la búsqueda de un cuerpo, en este caso los médium, sobre el cual descargarse.

Es indudable que una obra de semejante envergadura, que develaba una trama de infiltraciones y falsificaciones en el seno mismo de lo que debería haber sido la guardia celosa del saber tradicional e iniciático, efectuando en cambio mezclas espurias, debía generar conflictos adentro de tales estructuras, entre las cuales no estuvo ajena la misma Iglesia católica oficial, en especial a través de la figura de Maritain, expresión ostensible del sector modernista que desdeñaba todo tipo de esoterismo, del mismo modo que otro sector conservador, en apariencias antagónico al primero, que, anidado en una revista especializada en la caza de masones y ocultistas, la RISS (Revista de investigación sobre las sociedades secretas), ponía a todos en una misma bolsa aunque emprendiéndola de manera especial y llamativa en contra de Guénon, soslayando sus críticas a todas estas vertientes pseudo-iniciáticas y su colaboración estrecha con revistas católicas tradicionalistas como Regnabit.

Pero henos aquí aparecer otra semejanza con E.. También este último había elaborado un par de obras críticas hacia tales sectores seudo-espirituales, en especial luego de su actuación en el Grupo de Ur, grupo iniciático y tradicional, con la finalidad él también de separar aguas. El espiritismo y el teosofismo entre otros aparecerán criticados en Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo, en el cual también se incluía el Psicoanálisis y, a diferencia de G., también elaborará una obra de crítica al modernismo cristiano güelfo que es su monumental Imperialismo pagano. Sin embargo en todos estos textos, sea de E. como de G., quedará flotando siempre la idea de la existencia de un enemigo no-humano del que apenas existen alusiones, pero nunca una obra exhaustiva que lo demuela y delate definitivamente. Y será quizás el francés quien tendrá una mayor precisión en señalarlo; tal era el que se expresaba bajo la forma de una organización muy peculiar denominada el ocultismo. El mismo está aludido expresamente en su obra El reino de la cantidad cuando hace mención al factor demoníaco anticrístico, representado por lo que él llama la contrainiciación. ¿Qué es lo que la caracteriza? Representa en manera aviesa y conciente el espíritu de la confusión y de la mezcla y es el que campea en todas las desviaciones anteriormente mentadas, pero de manera expresa y deliberada; es aquello que teológicamente se conoce como el satanismo. Es decir que, mientras que en los casos anteriores la confusión es el producto de una ignorancia, aquí nuevamente ello se lo hace pero a sabiendas de que se confunde. Así pues el reencarnacionismo por ejemplo introduce en el seno de la espiritualidad algo que en cambio es propio de ciertas disciplinas del ámbito de las ciencias profanas, la teoría del progreso o de la evolución, por la cual todo acontecimiento va necesariamente de lo que es menos a lo que es más, de lo que es peor a lo que es mejor. He aquí pues una primera confusión. El espiritismo lo es en tanto confunde lo espiritual con lo psíquico tomando a su vez de éste a la zona más baja relativa al inconsciente irracional, tal como el psicoanálisis en sus diferentes vertientes en un nivel científico y académico. El ocultismo representa pues el paso más audaz y peligroso dirigido esta vez al núcleo mismo de la Tradición. Utiliza procedimientos propios de la ciencia sagrada, sus ritos mágicos, pero con una finalidad no espiritual, sino a la inversa, al servicio de la materia, del mero instinto de poder y de dominio. Y ésta es la mayor de las perversiones. Justamente su nombre mismo indica su carácter secreto y misterioso. Significa la inversión de los ritos, la utilización de fuerzas que en algún momento fueron superiores, pero desviadas con una finalidad espuria y destructiva. Su instrumento es principalmente la magia, pero no la blanca comprendida como metafísica práctica, como posibilidad iniciática de acceder a las cumbres más elevadas del espíritu, sino a la inversa la luciférica y negra. Ya hablaremos de quiénes se trata.

Desbaratar la trama principal de esta subversión no humana era la meta última que tenía proyectado G. desde dentro de tales cuevas de la Contrainiciación cuyos secretos él había ido develando en una ardua tarea de esclarecimiento, de lo cual son fruto no sólo las obras antes aludidas, sino unos 350 artículos que compondrán luego distintos libros recopilados después de su muerte. Más aun, hasta ha habido algunos que han llegado a decir, sin que lo podamos corroborar expresamente, que la tarea de G. fue de infiltración efectuada para desactivar y delatar a tales grupos. Toda esta labor abnegada habría de converger hacia una obra definitiva de develamiento, similar a la que iba a emprender E. con las sociedades secretas y que se tendría que haber llamado El error ocultista, la cual debía develar la clave última y decisiva que se escondía en el trasfondo no-humano del movimiento moderno. Pero he aquí que, de la misma manera que con la redacción de la primera, coartada luego de un misterioso bombardeo, tales poderes actúan también sobre G. impidiendo de manera semejante la consumación de la misma con las revelaciones que habrían de asombrar al mundo entero. Una serie de inconvenientes personales repercuten decididamente en su persona, invadiendo hasta su vida privada más íntima. Tras una llamativa persecución partida desde una serie de revistas en apariencias discrepantes como la aludida RISS y otras pertenecientes al ámbito del teosofismo, es decir desde sectores católicos güelfos hasta decididamente ocultistas, se le asocia un también curioso sucederse de desgracias personales que inducen a pensar en una verdadera y propia acción de maleficio. En un lapso de muy pocos meses desaparece toda su familia. Su esposa muere de un repentino derrame cerebral, así como una hija adoptiva que venía criando desde la infancia le es retirada la guarda por parte de su madre originaria. Y en ese mismo período también como por arte de magia todas las puertas laborales se le cierran. Y entonces es que sobreviene su ida a Egipto, lo cual no nos cabe duda alguna de que se trató de un exilio forzoso determinado por la antes aludida persecución, semejante a la padecida por E.. ¿Pero por qué elegirá Egipto? Trataremos de develarlo seguidamente.

Llegamos así a la pregunta decisiva. ¿Quiénes y qué cosa representan estos individuos? ¿Cuál era trasfondo oculto que había que esconder a cualquier precio, sin reparar en medio de acción ofensiva? Jean Robin, un autor que en lo esencial de su obra puede encuadrarse entre aquellos que E. en vida describiera como escolásticos guénonianos, es decir entre quienes se han preocupado por resaltar las diferencias entre los dos autores que aquí comentamos, en una obra de singular valor, que en castellano se titularía René Guénon, testigo de la Tradición, nos da los nombres completos de sus perseguidores, los que no reproducimos aquí por carecer de importancia respecto al tema a tratar. Sin embargo es interesante resaltar la hipótesis que él baraja en relación al origen que habría tenido su iniciación, es decir, de dónde habría provenido el aprendizaje de sus prácticas de magia negra por el cual les resultaba indispensable mantener oculto su secreto. Él está convencido de que todas ellas derivan de una civilización perdida, fenecida en el más remoto pasado a causa de una corrupción y posterior decadencia. Es decir de una civilización que, tradicional en sus orígenes, en tanto desviada luego de su rumbo espiritual, puso al servicio de fuerzas impuras todo el elemento ritual y mágico que poseía. Acotemos aquí que, a diferencia de la cosmovisión moderna por la que se sostiene que la actual humanidad desciende del animal, el esoterismo considera, a partir de concordancias habidas en los textos sagrados de las principales religiones y de filósofos de la antigüedad, el origen divino de la especie humana, siendo en cambio la humanidad actual, en vez del producto de un progreso, el de una decadencia acontecida por un desvío o una mezcla. Así pues, de acuerdo a tal convicción, Robin cree hallar tal origen en la Atlántida. Tal civilización, de la cual nos hablan diferentes tradiciones y pensadores, entre los cuales Platón, y que correspondería al período histórico conocido como la Edad de plata, decae y sucumbe luego de una profunda decadencia por la cual sus integrantes se mezclan con seres de origen animal. Es en efecto Platón quien nos dice en el Critias refiriéndose a la decadencia de la Atlántida: “Pero cuando el elemento divino se fue extinguiendo en los atlantídeos, mezclándose cada vez más con el transcurso del tiempo con el elemento mortal y prevaleciendo éste en el elemento humano, entonces, al no saber equilibrar más la propia prosperidad, degeneraron.... Pero el dios de los dioses, Zeus, quien gobierna según la leyes, al poder juzgar tal situación y al comprender cómo degeneraba miserablemente tal estirpe, que en un determinado momento fue espléndida, quiso imponerle un castigo a fin de hacerla volver hacia los justos límites gracias a la lección que habría de infligirle” (121, b-c). Y esto mismo según Guénon se vincula con el diluvio bíblico que correspondería también a la caída de la Atlántida, hecho por lo demás testimoniado por otras tradiciones, todas las cuales convergen en narrar un mismo acontecimiento extraordinario. Ahora bien, siguiendo con lo referente al lugar elegido por G. para su exilio, nos preguntamos seguidamente: ¿en dónde se encontraba la Atlántida? Nuevamente leyéndolo a Platón encontramos la siguiente indicación: “En la isla de Atlántida se había formado una gran potencia regia; la misma dominaba toda la isla, pero también a otras islas y partes del continente (aquí sin lugar a dudas se refiere al continente americano con las civilizaciones maya y tolteca, y sus herederas posteriores los aztecas y los incas); además de éstas también de este lado del estrecho (es decir el de Gibraltar, denominado en ese entonces las Columnas de Hércules), ellos reinaban desde Libia hasta Egipto, y en Europa hasta Tirrenia (que es la provincia Etrusca de Italia Occidental)” (Timeo, 25 a-b). Vemos pues cómo, de acuerdo a tal indicación conocida y revelada a Platón en sus viajes, Egipto, por su ubicación geográfica, constituía un receptáculo privilegiado para la herencia atlantídea, sea en sus aspectos positivos, como negativos. Nos vamos de este modo aproximando al esclarecimiento del por qué G. elige justamente Egipto para instalarse. Pero ¿qué es lo que allí descubre? Su caracterización no puede haber sido más lapidaria. “Hoy en día la única cosa que subsiste del Egipto antiguo es una forma de magia muy peligrosa y de un orden sumamente bajo; la misma se vincula a los misterios del famoso dios con cabeza de asno, el cual no es otro que Set o Tifón. Ésta ha alcanzado un grado de mayor degradación en ciertas regiones de Sudán, en donde acontecen cosas realmente extraordinarias. Por ejemplo parece que allí exista una región en la cual todos sus habitantes, cerca de veinte mil, poseen la facultad de asumir durante la noche semblanzas de animales; hasta se ha llegado al extremo de tener que cercar el lugar a fin de impedir que éstos pudiesen salir para efectuar incursiones, durante las cuales hasta llegaban a devorar a seres humanos. Supe de una persona de mi más plena confianza que al haber empleado como doméstica a un alguien de este pueblo tuvo que despedirla inmediatamente al notar tales anomalías” (carta del 22-04-32). De acuerdo a la analogía que existe entre las grandes religiones, en la egipcia, Set cumple una función similar a la de Caín en la Biblia. Así como éste mata a Abel, que expresa el principio divino, Set hace lo mismo con Osiris, representando pues ambos, Caín y Set, los principios impuros de la decadencia y el materialismo.

En su lucha incondicional en contra del enemigo moderno G. había pues arribado a su origen mismo, a la cuna en donde se inspiraba el elemento no humano del mismo contra el que combatía. Egipto pues representaba, en el momento de su arribo, el centro principal de la Contrainiciación y habría sido por tal razón que él habría decidido establecerse en tal territorio. Fue entonces para llevar a cabo la lucha en contra los adoradores de Set, el dios de cabeza de asno, símbolo de la Contrainiciación, por lo tanto el principal adversario de la iniciación y tradición, que G. arribará a su cuna misma, en Egipto a fin de poder develar el gran secreto. Pero sobrellevar este combate le significará una serie sucesiva de nuevos inconvenientes narrados siempre por Robin, los que se le suman a los que le relatara a E.. Vayamos a algunos casos concretos. Un día G., presagiando un ataque, había salido de su casa para evitarlo. Pero al regresar en compañía de un amigo, constataron que uno de los vidrios de su estudio estaba hecho pedazos, como si se le hubiese lanzado un pesado objeto, pero con esta particularidad, que los trozos de vidrio se encontraban, no adentro de la casa, sino afuera en el umbral de la ventana. Otras veces los ataques se materializaron bajo la forma de animales negros, cosa ésta que nos remite justamente a los misterios tifonianos. En una carta a un amigo, quien también sufriera tales inconvenientes, de abril de 1932, G. vinculaba expresamente tales ataques con el dios de cabeza de asno. “Reputo que éste sea el verdadero centro de todas las cosas maléficas de las cuales Ud. conoce su existencia. Me he podido dar cuenta de que en ciertos ritos se emplea la sangre de animales negros.” Y agregaba en otra carta del 22 de mayo: “Una vez he padecido el ataque de un oso.. habiéndome permanecido por un tiempo la marca de una mordida en el cuello”. Ahora bien la sangre de los animales negros era utilizada en la magia sethiana, tal como lo certifica entre otros aquel papiro mágico en el que se representa un cráneo de asno denominado Tyfonos Cranion y trazado con la sangre de un perro negro. Pero nada de todo esto padecido era en valor equivalente a la obra victoriosa por él emprendida, la de haber sido capaz de arribar hasta las fuentes últimas de la subversión moderna, esto es, al centro energético y geográfico en el que se nutre el enemigo no humano.

He aquí pues develado el misterio del que E. y G. nos hablaban, aunque nunca pudieron llegar a escribir una obra completa y exhaustiva sobre el mismo, por más que fueron sí capaces de aproximársele hasta su guarida más secreta, ayudándonos de este modo a revelar su esencia más íntima. Y he aquí pues la clave para responder al secreto que Evola nos mencionaba en su introducción a los Protocolos. Una fuerza maléfica y anti humana campea por la historia para conducirla hacia un rumbo de destrucción; fuerza universal que nada ahorra, llegando hasta la utilización de medios mágicos pertinentes de los que nuestros autores por su existencia han sido claros testigos.

Y para finalizar nos preguntamos ¿Es que en la República Argentina hemos estado ajenos a este combate metafísico? ¿No ha actuado también en nuestro suelo el enemigo no-humano que combatieran al unísono los dos grandes maestros? Vayamos para concluir a un par de detalles de nuestra historia más reciente que nos indican tal accionar. Fue en 1983, en vísperas de inaugurarse una era de profunda decadencia, que en nuestros días campea con su mayor vigor, cuando en un billete de cinco pesos apareció, justo en el reverso de nuestro monumento a la bandera, la efigie de un diablo con horquilla, junto a tres seis graficados en la cabeza de nuestro prócer principal, una tiara papal invertida y varios machos cabríos apuntando hacia la misma. Era éste un rito propiciatorio a fin de acelerar los tiempos de nuestra destrucción. Luego de este rito nuestra moneda fue devaluada en trece millones respecto de su valor originario, nuestra deuda alcanzó límites inauditos, la pobreza y la miseria arribaron a extremos jamás concebidos para un país rico con capacidades de alimentar al mundo entero. Luego en 1987 acontecieron en cambio sucesivamente tres ritos evocatorios ejecutados con precisión durante tres meses consecutivos. Se serrucharon las manos del general Perón un 28 de junio, se asesinó y desangró a un periodista de orientación patriótica un nueve de julio y un 17 de agosto, fecha evocativa del mismo prócer que ornaba antes a nuestros billetes, nuestro obelisco, centro energético de la república, será simbólicamente circuncidado (se dice que con la sangre de tal periodista). Las secuelas de tales actos no precisan explicarse, la realidad con su crudeza nos habla por sí misma. Y podríamos considerarnos privilegiados y como testigos de un destino significativo por el hecho de que estas cosas sucedan o puedan ser percibidas hoy en día solamente en estas tierras a las cuales los adoradores del dios con cabeza de asno le han reservado una atención muy especial. Pero fracasarán. A pesar de sus esmeros y ritos contrainiciáticos, la enseñanza de los dos grandes maestros permitirá romper la madeja impenetrable que nos han armado. Es por ello que reputamos como un signo esperanzador el hecho de que, a pesar de todos los males que vivimos, haya sido también este país el único en el mundo en realizar por tres años consecutivos estas jornadas de evocación de René Guénon, nada menos que en una sede del Congreso de la Nación y que también haya sido el único en el cual exista, y desde hace varios años, un Centro de Estudios Evolianos, el que tengo el orgullo de presidir.

NOTA:


(1) Conferencia dictada en el 2001 en ocasión de recordarse los cincuenta años del fallecimiento de R. Guénon. La misma ha sido editada como apéndice en la obra de J. Evola, René Guénon, un maestro de los tiempos últimos. Ed. Heracles, Buenos Aires, 2001.

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