Rayuela, capítulo 84
·
pienso en esos estados excepcionales en que por un instante se adivinan las hojas y las lámparas invisibles, se las siente en un aire que está fuera del espacio. Es muy simple, toda exaltación o depresión me empuja a un estado propicio a
lo llamaré paravisiones
es decir (la malo es eso, decirlo)
una aptitud instantánea para salirme, para de pronto desde fuera aprehenderme, o de dentro pero en otro plano,
como si yo fuera alguien que me está mirando
(mejor todavía –porque en realidad no me veo–: como alguien que me está viviendo)
·
·
·
(27)
·
Rayuela, capítulos 55 y 133
·
y de todo eso nacía como una explicación que Traveler era incapaz de rechazar, un contagio que venía desde más allá, desde alguna parte en lo hondo o en lo alto o en cualquier parte que no fuera esa noche y esa pieza, un contagio [que] a través de Talita lo poseía a su vez, un balbuceo como un anuncio intraducible, la sospecha de que estaba delante de algo que podía ser un anuncio, pero la voz que lo traía estaba quebrada y cuando decía el anuncio lo decía en un idioma ininteligible, y sin embargo eso era lo único necesario ahí al alcance de la mano, reclamando el conocimiento y la aceptación, debatiéndose contra una pared esponjosa, de humo y de corcho, inasible y ofreciéndose, desnudo[,] entre los brazos pero como de agua yéndose entre lágrimas
·
·
·
Julio Cortázar
Nenhum comentário:
Postar um comentário