La construcción de esta cartografía en la que se ven curvas dinámicas e inflexiones sutiles es una elaboración brillante que diluye cualquier posibilidad, basada en prejuicios sobre la revista, de consensos monolíticos y posiciones necesariamente congruentes punto por punto en relación con la narrativa. La perspectiva de la revista respecto de una “moral de la literatura” debe leerse como un mapa de múltiples grises que condensan sus líneas en torno de un núcleo conceptual colectivamente construido: gráficamente se puede pensar como un diagrama de curvas que se vuelve denso hacia determinado punto. La analogía entre saberes heteorogéneos no es gratuita.
Qué ganas de leer toda esa narrativa, ahora, qué manera de construir una lectura interpretativa que a su vez dé cuenta con precisión y sutileza de los modos en que esa narrativa se pliega sobre o se despega de una moral compartida de la escritura. Y qué manera de resolverlo con hospitalidad. Porque esa dimensión del libro es insoslayable: el libro se deja leer. Existe un axioma entre los amantes de la belleza de los deportes colectivos, de mucha geometría de movimientos: siempre son dignos de admiración los deportistas que tienen la capacidad de hacer que las jugadas más difíciles parezcan fáciles.
Una lectura confortable que nos permite comprender una serie de problemas sin negociar complejidad a cambio de claridad, sino que además conduce al lectora para que vaya descubriendo el razonamiento como si cada conclusión parcial fuera la única posible. Un libro escrito con la generosidad que invita a leer crítica literaria para volver, ávidos, a sumergirnos deseosos en la literatura.
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