ENSAYOS SOBRE LA VISIÓN TRADICIONAL O «NORMAL» DEL ARTE
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ANANDA K. COOMARASWAMY
Ex divina pulchritudine esse omnium derivatur
Santo Tomás de Aquino
Cada cosa recibe una "":@ÃD" J@ @com.@ Ø ###6"8@ Ø Y%"" acordemente a su capacidad.
Plotino, Enéadas I.6.6, líneas 32-33
La doctrina escolástica de la Belleza, se basa fundamentalmente en el breve tratamiento
de Dionisio el Areopaguita1 , en el capítulo del De divinis nominibus, titulado «De pulchro et bono». Por lo tanto, comenzaremos con una traducción de este breve texto, hecha, no del griego, sino de la versión latina de Johannes Saracenus, que fue usada por Albertus Magnus en su Opusculum de pulchro 2 (atribuido a veces a Santo Tomás) y por Ulrich de Strassburg en el capítulo de su Summa de bono, titu-lado «De pulchro», cuya traducción forma el segundo texto de la presente serie. Ulrich Engelberti de Strassburg, que murió en 1277, fue él mismo un discípulo de Albertus Magnus3 . Nuestra traducción, hecha del texto latino editado y publicado por Grabmann4 , a partir de fuentes manuscritas, se adhiere más estrechamente al original que la excelente traducción alemana de Grabmann. El mismo editor agrega una introducción, una de las mejores exposiciones de estética medieval que haya aparecido hasta ahora 5 .
La doctrina de Platón de lo relativamente bello y de una Belleza absoluta se expone
clarísimamente en el Banquete 210E-211B: «Al que ha sido instruido tan altamente en la doctrina del amor (J ¦DTJ46V) 6 , al considerar las cosas bellas una tras otra en su orden apropiado, se le revelará repentinamente la maravilla de la naturaleza de la Belleza; y para esto, oh Sócrates, se em prendieron todos estos trabajos anteriores. En primer lugar, esta Belleza es sempiterna, no prospera ni decae, no crece ni mengua; en segundo lugar, no es bella desde un punto de vista y fea desde otro, o bella en una relación y en un lugar y fea en otro momento o en otra relación, de tal manera que es bella para unos y fea para otros… sino Belleza absoluta, siempre existente en uniformidad consigo misma, y tal que, aunque toda la multitud de las cosas bellas participa en ella, ella jamás aumenta ni disminuye, sino que permanece impasible, aunque ellas vienen a ser y pasan… Belleza por sí misma, entera, pura, sin mezcla… divina, y coesencial consigo misma».
Este pasaje es la fuente de Dionisio el Areopaguita sobre lo bello y la Belleza, en De divinis nominibus, cap. 4, lect. 5, que es a su vez el tema de los comentarios de Ulrich Engelberti y de Santo Tomás de Aquino. Los tres textos se traducen a continuación.
(...)
Por consiguiente, la belleza, como dice Dionisio, es realmente lo mismo que la bondad, porque es la verdadera forma de la cosa; pero la belleza y la bondad difieren lógicamente, puesto que la forma, como perfección, es la «bondad» de la cosa; mientras que la forma, como poseedora en sí misma de la luz formal e intelectual, e iluminadora de lo material, o de cualquier cosa que siendo apta para la recepción de la forma es en este sentido material, es la «belleza». Así, como dice San Juan 1:4, «Todas las cosas eran en Dios, vida y luz». Vida, porque siendo perfecciones, dan plenitud de ser; y Luz, porque estando difundidas en lo que es formado, lo embellecen.
(..)
La expresión individual, la huella de las pasiones buenas o malas, es lo mismo que la expresión característica; la novela o la pintura psicológicas se ocupan del «carácter» en este sentido, la épica tan solo de tipos de carácter. Lo que nos afecta en el arte monumental, sea cual sea su tema inmediato, no es nada particular o individual, sino sólo el poder de una presencia numinosa. Los hechos del arte medieval están de acuerdo con esta tesis. En el arte bizantino y antes del final del siglo XIII, así como en el arte «primitivo» en general, la peculiaridad del artista individual elude al estudioso; la obra muestra invariablemente «respeto por el material», que se usa apropiadamente; sólo después del siglo XIII la efigie asume un carácter individual, deviniendo un retrato en el sentido psicológico moderno.
Notas.
1 Sobre Dionisio, ver Darboy, St. Denys l’aréopagite (París, 1932), y C. E. Rolt, Dionysius the
Areopagite, 2ª ed. (Londres, 1940), con bibliografía.
2 Este texto casi inaccesible, puede consultarse en : (1) P. A. Uccelli, Notizie storico-critiche circa un commentario inedito di S. Tommaso d’Aquino sopra il libro di S. Dionigi Dei Nomi Divini, La scienza e la fede, Serie III, Vol. V (Nápoles, 1869), 338-369, donde se discute la autoría, discusión seguida del texto «De pulchro et bono, ex commentario anecdoto Sancti Thomae Aquinatis in librum Sancti Dionysii De divinis nominibus, cap. 4, lect. 5» (pp. 389-459), y (2) en Sancti Thomae Aquinatis, Opuscula selecta, Vol. IV, opusc. XXXI, «De pulchro et bono», ex comm. S. Th. Aq. in lib. S. Dionysii De Divinis nominibus, cap. 4, lect. 5 (París, s.a.).
El comentario más corto sobre el mismo texto, también traducido aquí, y debido ciertamente a Santo Tomás, aparece en Sancti Thomae Aquinatis, Opera omnia (Parma, 1864), como opusc. VII, cap. 4, lect. 5.
3 Cf. Martin Grabmann, «Studien über Ulrich von Strassburg. Bilderwissenschaftlichen Lebens
und Strebens aus der Schule Alberts des Grossen», en Zeit. für kath. Theologie, XXIX (1905), o en «Mittelalterliches Geistesleben», en Abhandlungen zur Geschichte der Scholastik und Mystik, 3 vols. (Munich, 1926).
4 Martin Grabmann, «Des Ulrich Engelberti von Strassburg, O. Pr. († 1277) abhandlung De
pulchro», en Sitzb. Bayer. Akad. Wiss., Phil… Klasse (Munich, 1926), abh. 5.
5 A la breve bibliografía que aparece en Coomaraswamy, Why Exhibit Works of Art?, 1943, p.
59, agregar: A. Dyroff, «Zur allgemeinen Kunstlehre des hl. Thomas», Beiträge zur Geschichte der Philosophie des Mittelalters, Supplementband II (Münster, 1923), 197-219; E. de Bruyne, «Bulletin d’esthétique», Revue néoescolastique (agosto, 1933); A. Thiéry, De la Bonté et de la beauté, Lovaina, 1897; L. Wencélius, «La philosophie de l’art chez les néo-scolastiques de langue française», Études d’histoire et de philosophie publiées par la Faculté de Théologie Protestante de l’Université de Strassburg, n.º 27 (París, 1932); J. Maritain, Art and Scholasticism (Nueva York, 1931); J. Huré, St. Augustin musicien (París, 1924); W. Hoffmann, Philosophische Interpretation der Auyustinusschrift De arte musica (Marburgo, 1931). Entre estas obras, la de Dyroff es probablemente la mejor. Las de Maritain y de Bruyne son algo tendenciosas, y la de Maritain me parece teñida de modernismo. En estas obras se encontrarán más referencias, y no es nuestra intención presente intentar una bibliografía completa. Puede agregarse que en los escritos y obras de Eric Gill se encontrará una correcta aplicación moderna y práctica de la doctrina escolástica referente a la belleza y al trabajo.
6 La teoría o ciencia del Amor, en su significación tanto social como espiritual y como introductoria a los «ritos y misterios» más altos (Banquete, 210A; cf. 188B), está representada típicamente en la Edad Media (Provenza, Dante, les fidèles d’amour, amor cortés), en el Islam (RËm¥ y los sufíes en general), y en la India (Jayadeva, Vidyåpati, Bihår¥, etc.). En esta tradición los fenómenos del amor son los símbolos adecuados de la enseñanza iniciática, que hay que distinguir de un «misticismo» meramente
erótico.
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