quarta-feira, 5 de abril de 2017

Decimos que “Errar es humano” y somos humanos.

¿Porqué acusarnos entonces de aquello que consideramos que hemos hecho de manera equivocada.?
Justamente es allí donde está la enseñanza.
Si podemos ver nuestro error, es que hemos podido tomar en cuenta el hecho de las consecuencias que emanan de él.
Entonces, lo lógico es quitarnos el complejo de culpa y ver con alegría el aprendizaje que nos dejó.
Si lo vemos desde otro punto de vista, el no equivocarnos hubiera sido acertar con la decisión justa, en el momento preciso.
El pasado es pasado y no vuelve, no hay corrección al respecto.
Entonces vivamos el presente con la alegría correspondiente a hoy, porque sabemos que si en algún momento se nos presenta algo similar, ya no va a ser acertar a tientas ni a ciegas, sino dar con lo justo por experiencia propia.
Si sabemos recoger las enseñanzas no hay motivos de sentirnos culpables.De eso se trata la vida… es una conexión continua de enseñanzas y aprendizajes.
Entonces desterramos la palabra error y con ella el complejo de culpa y tomamos a aquello que tanto nos marcó como la enseñanza maestra oportuna.
Esto nos lleva derechito al perdón.
Perdónate a ti mismo, por haberte culpado!
No juzgar y perdonar, empiezan por no juzgarte y perdonarte.


En un nivel el error es un momento de la verdad, imprescindible ocasión de comprensión de la armonía peestablecida. En la verdad no hay error porque todo es perfecto; quien se ha asomado al despertar no encuentra errores ni en sí ni en nada; lo que se llama error sólo es un mal pensamiento, una desconfianza, falta de fe. Para el que realmente cree en Dios no existe la posibilidad de reconocer ningún error porque sabe que todo es Dios, y, siendo así: ¿Dónde puede estar el error? Con más razón aquel que asume lo absoluto sabe que el error es una ilusión o un defecto de visión.

Parafraseando a IBN ARABI, el único error sería el no desestimar todos los supuestos errores y distraernos así de la evidente perfección...


El Nessy.

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